De inmediato me di cuenta que estaba pasando.
-”¿Estás muy bravo?” me dijó “fuí yo, me tiré tus tenis, disculpame”
Su voz no era de arrepentimiento, más bien de sumisión. Eso hizo que mi corazón comenzara a latir con fuerza. Mi respiración se profundizó. Mis pupilas se dilataron y se me hizo agua la boca.
Mi instinto no se equivocó, porque mientras me acercaba hacia ella a través de mi cuarto y se hacia evidente que mi verga crecía palpitante y caliente bajo mis bermudas, ella solo atinaba a mirarme. A chuparse un dedo.
Por su equivocación, la haría mi perra.
-”Yo te los voy a pagar, perdoname” me dijo una vez llegue frente a ella.
Mi pene quería romper mis boxers.
-”ah sí? me los pagarás?”
-”Si, eso haré” ella contestó con voz baja
Una mirada, un silencio, una eterna y entrecortada respiración hubo entre nosotros.